Ayer tuve dos reflexiones...
La primera fue cuando en el comedor, los compañeros departian acerca de los deportes en el estado de las Tunas. Comenzaron con el recuento de los daños en su desastroso juego amistoso de Soccer llanero, el viernes pasado. Fulano no se movia, Sutano no respetaba su posición y Mengano nada más gritaba. Una de las conclusiones a las que llegaron fue que perdieron porque nadie fué a animarlos. De ahí pasaron al deporte profesional. Que si los Tuneros llevan todos perdidos, que si el Real San Luis se va a desbandar.
Que pierden porque no tienen buenos jugadores, y los buenos no le hechan ganas. Esa puntilla al aire fue la que me ilumino la neurona para la reflexión.
Mientras hablaban me di cuenta de que en ese tipo de actitudes, los potosinos somos tal vez los más mexicanos y por eso estamos condenados a fracasar. No aceptamos que no nos preparamos lo suficiente, que no teniamos ni idea de lo que se necesitaba para triunfar y surgen mil justificaciones más imaginativas. Y despues viene el compromiso y la entrega.
A veces los veo muy tranquilos media hora antes de terminar las actividades. Una vez les pregunte ¿por que paraste?
-es que ya cubri mi producción.
-pero síguele, todavía alcanzas a hacer 10 ó 20 más.
Uno de ellos mismos me replicó:
-Es que luego los acostumbras a producir más.
Y eso les pasa a los "jugadores buenos", de los que se quejan. Cumplen, pero no dan más porque luego los malacostumbran. Si este mundo fuera mejor pensaría que encierra algo de justicia, que el no contar con idolos populares es un castigo por no oferecer su mejor esfuerzo. Pero supongo que la malignidad del universo de todows modos les daría los mismos resultados si lo hicieran.
La segunda reflexión, fue por el perro callejero que me siguió casi todo el camino de mi casa al autobús de la empresa. Me dio miedo que lo atropellaran cerca de la carretera, miedo de sentirme culpable.
No lo miré de forma especial, mucho menos lo trate de forma cariñosa, pero me siguió fielmente. Y pense que triste sería si el esperaba que yo lo adoptara, que se sintió identificado conmigo y quiso tener una vida conmigo. Sin embargo el no me importaba a mí. Pense en lo trsite que debe ser por eso la vida del perro callejero.
Mi esposa bromeó al revertir la tragedia. Que el perro pensaba lo mismo de mí.
-que triste debe ser la vida de los hombres.
-no, para eso no existen los perros, para eso tenemos a las mujeres.