Tuesday, March 02, 2004

Despues de una incomoda ausencia, puedo escribir el epílogo de mi serie acerca de crímenes famosos. Aclaro que no incluí a las "Muertas de (Cd.) Juarez", ni al "Clan Trevi Andrade", ni al "Mocha Orejas", ni tampoco al más famoso narco de mi infancia: "Caro Quintero", por muy diversas razones, entre ellas el respeto y por mi total ignorancia. Solo quise tratar homicidios que me impactaron en mi adolescencia. Pero como ese hubiera sido un pesimo título, pues así lo deje.

Muchos piensan que formaron parte de una campaña para estimular la inestabilidad política y social, aunque en mi propia opinión estas dos nunca han existido realmente. Algunos medios califican los hechos tratados en esta serie como "ajuste de cuentas por drogas", un término que me parece muy apropiado si lo que se pretende es minimizarlos o tener una perspectiva simplista.

Lo mas cierto es que en estos tiempos en los que se cree que no hay instituciones de peso, vienen a develarse grandes corrientes del poder y grupos sólidos definidos, en manifestaciones muy violentas, a manera de metafóricas puntas de iceberg.

Ahora mal (porque esta muy carambas decir "ahora bien"), no es despreciable la oportunidad de especular sobre el caracter de quienes participaron en estos crímenes, me refiero no a las mentes e intereses detras de ellos, sino a los actores de primera instancia, los ejecutores.

Aunque en sociedades del primer mundo, por ejemplo E.E.U.U. (si no saben donde queda este nefasto y matavillosos país escriban a mi mail: dominio_76@yahoo.com) ha existido un buen número de psicopatas asesinos que son movidos por demonios internos, los asesinos de estos casos fueron movidos en primer lugar por la avaricia, y tal vez la "lealtad" interesada en escalar en mundo criminal.

Pero definitivamente el perfil de estas personas va mucho más allá, pues realmente muy pocos se atreverían a matar por dinero, inclusive por una suma millonaria. Es el deporte extremo de un mundo bizarro, donde deveras se genera adrenalina y se desafía los vagos límites de la moral. Matar a una persona mueve muchas emociones y sentimientos que no son faciles de obtener. El que mata y disfruta haciendolo tiene una gratificante sensacion de poder, de superioridad y por enfermo que suene, se siente mas vivo.