El antirenacimiento.
Habia comentado que soy teleadicto (y que le tengo pavor a las arañas pese a que mi superhéroe favorito fue siempre Spiderman, ups! no era por ahí), y una fuente de verdadero antirenacimiento es mi peor vicio, la caja idiota.
Pues bien, hay un promocional de Telerisa, sobre un nuevo programa, que me taladra el cerebro (mi craneo abollado es evidencia de lo vulnerable que soy a las argucias de los publicistas, un slogan o jingle persiste meses en mi subconsciente), se trata de aquel donde sale "Omarcito" hablando de un caramelo.
Pensando que tonteria podía aportar a mi blog, con miedo a que me suspendan de la blogosfera por faltista, mi mente nublada se aclaro por segundos y dí con la razon de la incomodidad que sentia por ese promocional, ademas de lo obvio, que es su falta de creatividad.
Se trata de lo mal que hacemos cuando tratamos como sociedad de revivir formulas exitosas en otro tiempo, pero con una deprimente falta de sustancia. Hace mucho más de 20 años (nada más un punto de referencia personal) un comediante se caracterizaba de niño y podía entretener a publico infantil y manejar con fineza el doble sentido para divertir a los adultos. Ahí esta Chavelo, el Chavo, y hasta la Güereja, pero había talento, trabajo en equipo, ¡escencia vaya!.
Ahora "Jorgito del Mazo" y "Omarcito" dependen como personajes, solo de lo ridículo que se ven sus interpretes siendo adultos y tratando de portarse como niños lacras, que no me extrañaría que más de un infante los tomara como modelo.
My Kempf
No es el libro de Hitler, es el subtítulo que le doy , porque una fue mi lucha, mi lucha libre que disfrute en mi niñez, como Fidoopy, y no las barbaridades agringadas que AAA y similares ofrecen. Hace un par de semanas vi en la televisión una película de luchadores con Wolf Rubinsky (se que no lo escribí bien, el lunes lo corrijo) y lucho junto a su parejo, nada menos que contra El Bulldog y El Cavernario. ¿Saben porque me gustaba la lucha de entonces?, era un placer culpable lleno de morbo, porque los rudos me hacian sentir impotencia al ver como abusaban de los tecnicos, pero lo disfrutaba y de veras eran sádicos. Yo he practiado artes marciales y aprecio el placer del combate y aquellas luchas realmente eran emocionantes y llenas de adrenalina, sin importar si eran una representación. Ese es su mérito, mostraban dificultad en la ejecución de los lances y coherencia en el combate y eso, no me lo da la lucha actual.